Debemos pues cultivar este anhelo de sabiduría divina y por medio de metódicas y largas prácticas fortificarlo hasta que sea natural en nosotros.
En cierta ocasión acudió un muchacho a un sabio diciéndole: "Señor, deseo conocer la Verdad." Y el sabio le respondió: "Muy bien, hijo mio. Vuelve mañana y te daré instrucciones." Regresó el joven al día siguiente y su maestro lo invitó a dar un paseo. Llegaron caminando al borde de un río y habiendo propuesto el sabio que nadaran un rato ambos se arrojaron de cabeza al agua. A los pocos minutos el maestro asió firmemente al muchacho y a pesar de todos los esfuerzos por liberarse lo mantuvo unos segundos bajo el agua. Cuando por último lo soltó y el joven, jadeante, empezó a respirar convulsivamente, preguntándole su maestro: " Dime, hijo mio,mientras estaba bajo el agua. Que es lo que más deseabas? " Una bocanada de aire, señor, " replicó el pobre discípulo. "Perfectamente prosiguió el sabio: cuando anheles la Verdad con tanta fuerza como anhelamos respirar mientras estabas bajo el agua, entonces y sólo entonces realizaras la Verdad, antes es imposible.
Swami Vijoyananda.
viernes, 22 de agosto de 2014
La Religión del Hombre.
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