Swami Vivekananda

"¡Levántate! ¡Despierta! Y no te detengas  hasta alcanzar la meta" ¿Quién era Swami Vivekananda? Sobre su advenimiento místico vamos a reproducir aquí las palabras de Sri Ramakrishna, la más moderna Encarnación Divina, quién fue su maestro espiritual.  Dice Sri Ramakrishna: "Un día, estando absorto en un estado de samadhi, vi que la mente estaba subiendo más allá del reino fenomenal del universo físico; de la tierra, de la luna, las estrellas; hasta del sol, y entró en el reino de las ideas sutiles.  En su ascenso la mente pasó la esfera de las sutilísimas formas de las divinidades y cruzó la luminosa barrera que separa a lo Absoluto de los conceptos y aspectos de la manifestación.  Al fin la mente entró en el trascendental reino de lo Indivisible. Allí vi a siete rishis, sabios del Supremo Conocimiento, sumergidos en la más profunda meditación. Pensé que en sabiduría espiritual y santidad cada uno de esos rishis debía haber superado aún a muchas deidades.  Cuando así admiraba la enorme espiritualidad de los rishis vi que una porción  de lo Absoluto Indivisible pareció congelarse y tomó la forma del Niño Divino. El Niño subió sobre el regazo de uno de esos grandes seres y abrazando su cuello con sus tiernas manitos susurró algo a su oído.

Swami Vivekananda (1863-1902) discípulo principal de Sri Ramakrisna, fue el fundador de la mundialmente conocida Orden Ramakrishna (Ramakrishna Math & Mission) situada  en Belur Math, India. Por el dulce y místico contacto del niño, el rishi dejó de meditar y fijó sus semiabiertos ojos sobre el maravilloso Niño. Quien con gran alegría dijo lo siguiente: "Voy a descender a la tierra. ¿No quieres venir conmigo?. Con la mirada divina el sabio dió su asentimiento y de nuevo entró en el estado de meditación. Con gran sorpresa vi que una pequeña porción de la existencia de aquel rishi, tomando una forma luminosa, descendió en el hogar de la familia de Naren (Vivekananda)". Cuando Sri Ramakrishna vio por primera vez a Vivekananda, enseguida lo reconoció como la encarnación de ese sabio de la maravillosamente mística visión y admitió que el Divino Niño era El mismo.

Memorias de Sister Christine (de Selecciones de Swami Vivekananda)

Muy de vez en cuando, tras largos períodos de tiempo, llega a este planeta un ser que, evidentemente, proviene de otras esferas y que trae consigo a este mundo de miserias algo de la gloria, del poder, del esplendor de aquella lejana región de donde partió. Camina entre los hombres, pero no se siente aquí a sus anchas. Es un peregrino, un extranjero que se halla de paso y que sólo permanece una noche. 

Participa en la vida de quienes le rodean, comparte sus alegrías y sinsabores, ríe con ellos y con ellos llora, pero en ningún momento olvida quién es, de dónde ha venido, ni para qué vino. Jamás olvida su divinidad. Recuerda que es el gran, el glorioso, el majestuoso Yo. Sabe que proviene de aquella región inefable y suprema que no necesita del sol ni de la luna, porque está iluminada por la Luz de las luces. Sabe que él era, mucho antes de aquel instante en que "todos los hijos de Dios cantaron juntos su alegría".

He visto, he oído, he adorado a uno de estos seres. A sus pies he depositado la devoción de mi alma.

Tal ser está más allá de toda comparación, porque trasciende todas las medidas e ideales comunes. Otros pueden tener brillo, pero él deslumbra, porque su mente es luminosa y porque posee la facultad de ponerse en contacto inmediato con la fuente de tosa sabiduría. Está desligado del lento proceso que limita a los seres humanos ordinarios. Otros pueden ser grandes, pero sólo lo son si se les compara con los de su propia clase. Otros pueden ser buenos, poderosos, talentosos, por tener más bondad, más poder, más talento que sus semejantes; sólo es cuestión de comparación. También un santo es más santo, más puro, y vive más dedicado a un solo ideal que el común de los mortales. Pero no existe comparación posible tratándose del Swami Vivekananda. El constituye por sí solo una categoría. Perteneció a otro orden de seres; no era de este mundo. Era un ser radiante que bajó de una esfera más alta para cumplir un propósito definido. Podíase prever que no permanecería aquí mucho tiempo.

¿Debe sorprendernos que la naturaleza misma se regocije cuando ocurre un nacimiento así, que los cielos se abran y los ángeles entonen himnos de alabanza?

¡Bendito el país en que nació, benditos quienes vivieron en esta tierra al mismo tiempo que él, y tres veces benditos aquellos pocos que se postraron a sus plantas!