viernes, 27 de diciembre de 2013

 
                                                                 Renunciación



Otra de las grandes lecciones del Señor Jesús, que es la base de todas las religiones, es la renunciación, ¿Cómo podéis purificar el alma? Renunciado. Un joven rico preguntó a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer par a heredar la vida eterna?", y Jesús le dijo:"Una cosa te falta, anda y vende cuanto posees, dáselo a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven, toma tu cruz, y sígueme". Y el joven se entristeció al oír esto y se alejó dolorido porque tenía grandes posesiones. 

Nosotros somos todos más o menos así. La voz resuena en nuestros oídos día y noche. En medio de nuestros placeres y gozos, en medio de cosas mundanas, creernos que lo hemos olvidado todo; luego, sobre viene una pausa momentánea y la voz resuena en nuestros oídos: "Abandona todo cuanto posees y sígueme". "Quienquiera que salve su vida la perderá y el que pierda su vida por Mí, la hallará". Porque quienquiera abandone esta vida por El, encuentra la vida inmortal. 

En medio de todas nuestras debilidades hay un momento de pausa y la voz resuena: "Abandona cuanto posees, dáselo a los pobres, y sígueme". Este, es el único ideal que Él predica, y es el ideal predicado por todos los grandes profetas del mundo; es decir, renunciación. ¿Qué se da a entender por renunciación? Que en moralidad hay un sólo ideal, que es, abnegación. Sed abnegados. El ideal es el perfecto inegoísrno. Cuando te abofeteen en la mejilla derecha, presenta también la izquierda. Cuando te quiten el saco, da también la capa. Debemos obrar de la mejor manera posible sin derribar al Ideal. 

Cuando un ser humano ya no tiene el sentimiento del yo, nada posee, nada que pueda denominar "mi" o "mío" y se ha entregado por entero, como si se hubiese destruido a sí mismo, por así decirlo, en este hombre está Dios mismo, porque en él la obstinación se ha desvanecido

                                                                                                   Swami Vivekananda